14.12.13

Y entonces llegó Achilles

No hicieron falta torres. Nadie se vio obligado a quemar todos los puentes. El rey siempre estuvo solo y Salem nunca fue el peón que se convirtió en reina al llegar a la última casilla del tablero, estaba más que satisfecha con ser un simple alfil. Dejemos las cosas claras, Salem era una diva y nada desmiente que no lo siga siendo. No se quedó esperando en lo más alto de la más alta torre como una buena chica a que un príncipe escalara hasta rozar el cielo para salvarla del malvado dragón que la custodiaba. 

No.

Salem no.

No era de esas.

(Menos mal, qué historia más aburrida habría sido si lo fuera.)

¿Así que qué pasó? ¿Cómo continúa la historia? ¿Quién da pie al capítulo dos? ¿Quién se va a quitar la camiseta primero?

¿Cómo era? Ah, sí. El príncipe, después de mucho escalar, después de mucho retocarse el pelo para encandilar a la princesa, llegó por fin a la ventanita con vistas al cielo pero nadie se encontraba allí esperándolo, languideciendo a suspiros por él. ¿Qué había pasado? ¿Qué mal chiste era ese? Esto son solo conjeturas pero las malas lenguas (las mejores lenguas) dicen que Salem se hartó de esperar historias y dejó plantado al príncipe (con un par). ¿Pero qué pasó con la princesa? La curiosidad no mató al gato, se fueron juntos a Las Vegas. 

El dragón no mató a la princesa, se fugó con ella.

¿Valiente? Sin duda. ¿Temeraria? Por supuesto. ¿Estúpida? Más que probable. ¿Se arrepintió? 

Nunca.