No paraba de soltar tacos

-¿Sabes? Todo saldrá bien. Aunque ahora creas que es imposible.

-Te hiciste el héroe, es normal. En esas circunstancias seguramente yo hubiera hecho lo mismo, o cualquiera. Así que no te martirices y ponte una cerveza, Kev, hiciste lo correcto.

-No es eso.

-¿Entonces qué?

Se quedó pensándolo un momento, buscando las palabras exactas para describir lo que sintió cuando vio a aquella chica sentada en el suelo, abrazada a sí misma, y más sola que nadie que hubiera visto jamás.
Le encogió el corazón.

-Sentí que si no le decía eso, si no intentaba consolarla, iba a romperse en pedazos. Nunca he visto a nadie más destrozado que esa chiquilla, Al. Dolía verla.

Albert dio un largo trago a su cerveza y suspiró, pasándose una de sus manazas por el pelo rubio enmarañado.

-¿Te dijo cómo se llamaba?

-Robin.

-¿Nada más? ¿Ni apellidos, ni a donde iba, ni nada?

-Creo que dijo algo de ir al lugar donde el tiempo corría más lento, y no sé qué del final de una carretera. Creo que estaba un poco loca.

-Ya, todos lo que han escapado de las Cenizas lo están, no vuelven a ser los mismo.

Kev se llevó la botella a la boca y brindó en silencio por Robin, la chica de los ojos tristes y la sonrisa cansada, deseándole toda la suerte que pudiera reunir.

-No paraba de soltar tacos.