4.5.11

Dímelo, joder.

No sé en qué momento dejé de maldecir al mundo y empecé a maldecirte a ti.

De Bremen a Rembradt.


Vale, como quieras, tú te lo has buscado, tú lo has querido, maldita seas, te voy a decir todas esas mentiras que tanto te gustan, todas esas palabras de poeta que tanto desprecias y que necesitas como si fueran el whisky de tu vaso de agua.

Voy a ayudarte a mentirte a ti misma para que puedas respirar y te lo tomes a broma.

Voy a hacer que seas feliz aunque te duela. Aunque me duela.

-No te he querido, no te quiero, no te querré. Nunca. Jamás.

Eres una maldita egoísta, Bremen, porque, a pesar de que eran las palabras que tú misma me habías pedido, se te llenaron los ojos de lágrimas.

¿Y sabes qué era lo mejor de todo? Que los dos sabíamos que era mentira. Que cuando decía que no te quería, en realidad estaba diciendo que me pisabas el corazón, que era tuyo si te atrevías a cogerlo.

Eh, Bremen, dímelo. Te duelo hasta los huesos, ¿verdad?

Te lo mereces. Por mentirosa.

6 comentarios:

  1. Hasta que la castañetean los dientes, ¿verdad?
    Se lo merece. Bremen se merece a Rembrandt. Enterito. Hasta los huesos.

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  2. Están hechos el uno para el otro.
    Que duro, ¿ah?

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  3. (No sé qué decir. O sea, si lo sé.
    Quiero decir que Rembrandt me ha recordado mucho a mí aquí, dramatismo y trago amargo incluido. Y Bremen. Ay, Bremen.)

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  4. Dios. Yo por estos dos destrozaba el mundo y algo más. Joder.
    Tengo... que leer más de ellos. tengo que... Mierda, TENGO QUE SABER MÁS.

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  5. Publica más, publica más!! :)

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