12.10.10

-¿Qué es la tristeza para ti, Sam? ¿Quieres saber que es para mí?-exclamó Adria al borde de un llanto que no pensaba ocultar- Para mí es tener todo el aire del mundo, y sin embargo sentir que me ahogo.


Creo que hasta este momento no había comprendido del todo lo complicado que había sido para ti, lo duros... que se pueden hacer los minutos cuando estás solo. Y ahora me doy cuenta de que tú estabas tan sola, tan abandonada y perdida, y tan triste. Te sentías tan desgraciada. Porque la soledad es espeluznante, estar solo es… espeluznante.

Al principio lo pensé, siempre allí, apartada de los demás, como si estuvieras atrapada por unos muros invisibles que nadie más podía ver. En realidad, creo que tú eras la única que podía verlos, sentirlos, tocarlos, hundirse en ellos. Ahogarte en ellos hasta no poder respirar ni pensar... y por eso tus ojos parecían tan oscuros, porque la luz no llegaba hasta aquel lugar en el que habías decidido esconderte.

Fui muy egoísta, me propuse a mí mismo ser el príncipe que te rescataría de ese lugar lleno de tinieblas que habías fabricado tú misma, huyendo del Mundo, para que el Mundo no pudiera llegar a tu corazón. Y hoy, por fin, me doy cuenta de que el único que huyó fui yo. Porque tenía miedo de no ser capaz de ayudarte, de ahogarme en la negrura prefabricada de tus ojos, de no ser capaz de ser lo que necesitabas, de no decir las palabras que necesitabas oír. O de que me atraparas y no poder encontrar la salida nunca más. Me daba miedo no ser capaz de protegerte de todo lo que podía hacerte daño.

Y mira como han terminado las cosas, ¿eh? El que más daño te hizo es el que más quería protegerte. Como en una tragedia.

Pero estaba tan equivocado... Tú no querías un príncipe, ¿verdad? Tampoco lo necesitabas. Sólo necesitabas saber que alguien estaría ahí para ti, pasara lo que pasara. Que te tendería la mano sin preguntar, sin dudarlo ni un momento. Que te abrazaría y te diría que todo iba a salir bien. Y...

Lo siento. Lo siento mucho, de verdad. Me di cuenta demasiado tarde de que te quería, de que me dejabas sin palabras, de que te necesitaba. De que no quería que te fueras y me dejaras solo. Porque sin ti… me sentía horriblemente solo, como si no hubiera nadie más en el mundo al que mirar. Sólo tú.

Y es que habías intentado levantarte por ti misma tantas veces que ya no lograbas saber si estabas de pie o en el suelo hecha pedazos. Rota en tantos pedazos que nadie sería capaz de volver a unir. Y ese no saber era mucho más duro que cualquier otra cosa. El último escalón hacia la locura.

Ahora nadie puede acercarse a ti, siento que te he decepcionado hasta tal punto que hasta a mí has dejado de verme, de escucharme. Pero sé que no te has rendido, en realidad, tú siempre has sido la más fuerte, pese a todo lo rota, lo despedazada que estás. Y con cada paso que intentas dar a ciegas en este mundo que te ha dado la espalda, vas perdiendo trozos. Haciéndote cada vez menos humana. Aunque a estas alturas, ¿quién quiere ser humano?

…Pero te miré mientras te alejabas. No aparté los ojos de ti ni por un momento. Aunque no sirviera de nada.

Me pregunto si ya has perdido tu corazón. Creo que si te volviera a ver en estos momentos... me darías miedo. Me volvería loco. Lloraría como un niño que se encuentra solo y abandonado, sin saber a dónde ir, qué hacer, cómo continuar. Sin poder hacer nada. Completamente aterrorizado.

Como debes sentirte tú.

1 comentario:

  1. Estupefactamente HERMOSO. Sin duda, amigo (¿o amiga?) tienes un don especial. Me fasina lo que leo por aquì, no quisiera perderme nada. Ya te sigo. Y espero tengas exito con tu blog.

    ResponderEliminar