18.2.11

Marca A de Asesinato

Rene se jactaba de tener un truco infalible para evitar las lágrimas. Para no llorar reía, sonreía de oreja a oreja, se le desencajaba la mandíbula… Y bebía absenta, bebía demasiado, a grandes y largos tragos. Se había ganado el apodo de Ajenjo a pulso. La que duele, la que quema, la que escuece y atraganta.

Rene la de las mil sonrisas que se meten entre las costillas, la que aprieta corazones hasta hacerlos añicos, la que coleccionaba pulmones porque los dejaba sin aliento hasta que se ahogaban o se asfixiaban.

Rene la Rota, hecha a retales. La que se había inventado a sí misma hasta hacer desaparecer a aquella niña que lloraba por todo, a la que le chorreaban los ojos a todas horas. La había acuchillado con saña, desmontándola poco a poco, pieza por pieza.

Tenía pistolas escondidas por toda su casa para afrontar las lágrimas. Y mataba sin piedad, sin arrepentirse, sin sentirse culpable… hasta ver la sangre.

Rene la Asesina.

3 comentarios:

  1. Si tuvo el valor de inventarse a sí misma ya es digna de un hueco y de ganas de leer. (No todo el mundo puede intentar hacer eso. Y mucho menos intentarlo).

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  2. Rene, la que enamoró a Eureka en un abrir y cerrar de ojos.

    (Sí. Eso es todo lo que voy a decir al respecto. Hoy mi elocuencia está de capa caída).

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  3. Coleccionaba pulmones porque los dejaba sin aliento.

    No tengo mucho que decir. Solo que Rene me ha matado a mí también. Y sin conocerme.

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