4.3.12

El cielo es una señal de carretera

“El cielo era la mentira más gorda que le habían intentado colar nunca”, pensaría mil años más tarde Jude, mientras bebía una cerveza amarga que sabía a gloria en un pub irlandés donde se contaban historias de guerras perdidas y derrotas ganadas, y sonreía, sonreía como si creyera que se la había creído, la mentira. Como si creerse mentiras y predicarlas fuera su deporte y pasatiempo favorito, con lo mal que se le habían dado siempre los crucigramas.

Se empeñó sin proponérselo enamorar al cantante del pub, pelirrojo y pecoso, guitarrista y mentiroso, un cabrón encantador, lleno de constelaciones y galaxias de pecas afiladas que no la dejaban dormir pero le permitían soñar, y sí, allí se escondía el (mil veces maldito) cielo de Jude, entre lunares y humos. Dientes torcidos, y música.

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