15.6.12

Pero no lo era.


El sol helaba, la nieve ardía, y a Hungría las lágrimas se le desbordaban de los ojos, incontenibles, y se despeñaban en caída libre por sus mejillas. Con la pena por bandera y los sollozos por himno. Triste, preciosa. Vencida.

-No hace falta que te vayas.

Prusia no dijo que debería haber dicho que no quería que se fuera, aunque los dos lo supieran. Seguramente tampoco hacía falta, todas las palabras que no se habían dicho los rodeaban como aquellas canciones tristes de guerras perdidas y de amores trágicos. Como una banda sonora épica.

-Sabes que tengo que hacerlo. Quién sabe, a lo mejor hasta vuelvo.

Mentiroso, eso sí que hubiera querido gritarlo Hungría, a los cuatro vientos, en todos los rincones de Europa que aún no habían ardido, incluso susurrarlo a gritos en el oído de Austria.

Mentirosos.

Mentirosa.

-Yo… yo te protegeré, te lo juro, te lo juro por las fronteras que he perdido, por todo lo que todavía no me han quitado. Aún puedo ganar batallas por ti, por las que tú ya no puedes luchar. Puedo hacer que vuelvas a ser grande.

Siempre se le habían dado mejor las palabras a ella que a él. Las Grandes Palabras que dejaban la piel en carne viva. Y ojalá fueran ciertas, porque lo deseaba más que nada, más que todo. Volver atrás, a cómo eran antes, antes de todo.

-Vamos, Hungría, sabes que tienes que protegerlo a él, si no lo cuidas se pasaría el día tocando el piano y se olvidaría incluso de comer. El muy inútil nunca supo vivir solo, siempre te ha necesitado más que yo.

A Hungría el corazón se le hacía tan grande que dolía, que la ahogaba, que la rompía. Prusia se acercó a ella y le rodeó la cara con las manos con una ternura que la desgarraba, con más amor del que sentiría jamás. Con un beso que sabía a despedidas renuentes y a me quedaría contigo si pudiese, no hay nada por lo que viviría más.

No sé si voy a ser capaz de soportar tanta pena.

-Te quiero, ¿lo sabes, verdad?

Y ojalá fuera suficiente.


2 comentarios:

  1. Pero cómo? Cómo se escribe algo tan guaaaay? Mancantao!

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  2. ¿Por qué nunca es suficiente?

    Siempre que entro aquí, me da un bote el corazón al leer la cita a La ladrona de libros.

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