2.2.13

Quién lo hubiera dicho


Cayó al suelo como un tonel, pero sin llegar a astillarse del todo ni a derramar el vino. ¿Cuántos metros habían sido? ¿20? ¿30? Quién lo hubiera dicho, desde allí arriba parecían muchos menos, desde allí arriba el suelo siempre parecía estar más cerca. Y en el suelo se podía confiar porque siempre, siempre, llegaba.

-¿¡ESTÁS LOCA!? ¿¡ACASO QUERÍAS MATARTE, EH, ES ESO!?

Inverness tosió un poco, por probar, por ver si todavía podía, y notó cómo se le movía un diente y se le escapaba una sonrisa socarrona, una de esas sonrisas que si tuvieran subtítulo se traduciría en un: “Me río en la cara del peligro”, una de esas sonrisas capaz de sacar de quicio a un muerto que esté opositando a la santificación.

-Y SONRÍES. ME HAS DADO UN SUSTO DE MUERTE, IDIOTA.

Hizo recuento de bajas en la intimidad de su chirriante cerebro: todos los huesos en su sitio, dos brazos, dos piernas, movió los dedos de los pies, que se encogieron como caracoles asustados dentro de sus botas. No estaba mal, no estaba nada mal para haber coqueteado con la muerte. Intentó ponerse en pie y sus costillas rechinaron y protestaron en todos los idiomas que conocían y en los que no.

Bueno, quizá ilesa del todo, lo que se dice del todo, no.

-DE TODAS LAS TONTERÍAS QUE TE HE VISTO HACER, QUE HAN SIDO MUCHAS, ESTA, SEÑORITA, SE LLEVA LA PALMA.

-¿Podrías dejar de hablar en mayúsculas, por favor? Me estás poniendo nerviosa.

Y con toda la elegancia y feminidad que pudo aunar en su maltrecha persona, escupió el diente que finalmente había decidido abandonar el barco y se alejó renqueando dignamente hacia la enfermería o hacia una botella de ginebra, lo que estuviera más cerca, dejando a Tucker con la siguiente mayúscula crujiendo en sus labios. Tocada pero no hundida, destartalada pero no en ruinas.

Sierra la interceptó en el pasillo que conducía a las habitaciones del equipo, botella de whisky (porque no había encontrado la de ginebra en la cocina, el mundo era así de tocapelotas) y vendas en mano.

-Eso que has hecho ha sido una estupidez.

-Lo sé.

-Intuyo que lo que pretendes es impresionarme y te advierto que ese no es el método ni el camino adecuado, ni para tu supervivencia ni para mí.

-¿Entonces no lo he conseguido?

Sierra la miró desde las alturas, y a Inverness le dio la impresión de que sus ojos AzulEuropaDelEste parecían estar mucho más arriba que los 20 metros de cielo por los que se había tirado.

-Sí, saldrás conmigo y con los demás a cazar la próxima tormenta, así que más vale que te cures rápido.

Inverness se tragó la alegría que le empezó a revolotear en el estómago como una bandada de pajarracos frenéticos y en época de apareamiento, detuvo el eco festivo en su boca y lo paladeó, lo masticó, casi (casi) como si fuera la crema de su café, la nata de sus fresas. Y una sonrisa luchó y ganó guerras para salir a la luz.

-Gracias, jefe.

Y mientras Sierra se alejaba…

-Eh, ahí dentro dicen que se te ha olvidado cómo volar.

Ah sí, ahí estaba, efectivamente, por fin, la sonrisa.

-Nunca he sabido, pero siempre se me ha dado bien caer con estilo.

3 comentarios:

  1. Cazadores de tormentaaaaas *se emosiona*
    Tengo infinito amor a los personajes que están jodidamente locos y hacen estupideces. Inverness no iba a ser menos.
    Muy fan de la última frase.

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  2. Jajaja, no veo útil volar, volar en realidad lo hace cualquiera, lo jodido de verdad es realmente aterrizar. Y aterrizar entero, claro.
    Yo de mayor quiero ser como Inverness -a poder ser, sin perder ningún diente, claro!

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  3. ¡Pues que huevos tiene Inverness, y cómo me gusta!

    ("Tocada pero no hundida, destartalada pero no en ruinas." O cómo dejarme en el sitio. Me encanta.)

    (Hola. Soy Anunús. He vuelto)

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