Observas el desastre, el desastre te observa a ti. Chuck Norris
se ríe a vuestras espaldas con ese sonido patentado por los Rangers de Texas,
por ese hombre que miró mal a los dinosaurios una vez.
Das diez pasos atrás, como estipula el protocolo, asientes
con la cabeza con un estoicismo digno de la Dama de Elche, y el desastre te
replica con una peineta digna a su vez de Bárcenas.
Y hablas porque el silencio, además de ser un poco
insoportable, acaba de pedirse palomitas y un vaso de Coca-Cola y se ha puesto
cómodo. A la espera. Quejándose por lo
que cuestan hoy en día las entradas del cine, que cada vez son más caras y las
películas más malas.
Ya no se hacen
películas como Casablanca, como Sopa de Ganso. Ya nadie canta bajo la lluvia.
Así que hablas. Por llevar la contraria. Por fardar. Por
chulería.
-¿Qué hay de nuevo, viejo?
Vas a romperte, lo ves en los ojos de Desastre, así que esta
vez, al menos, esperas romperte bien.
Pues, si se rompe, se va a romper con todo el estilo del mundo. Y la elegancia. Y la molonidad que Chrome dice que no es una palabra pero Chrome no se reconoce a sí mismo ni a la palabra sartén, así que yo mando más que él.
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