Pum, pum, pum.
Saskia se preguntó en qué puñetera parte del viejo y ruinoso
edificio en el que vivía habían tenido la maravillosa idea de empezar a hacer
obras, hasta que descubrió que lo que martilleaba a todo volumen, en HD, 3D y
Dolby Surround era su propio corazón, que por lo visto seguía donde lo había
dejado y en el estado en que lo había dejado la noche anterior: en
construcción, anteriormente zona catastrófica, ahora pecaminosa área en
ciernes.
Mientras se pasaba la mano por el pelo, que por el tacto
tenía toda la pinta de no haber visto un peine en hacía por lo menos una década
ominosa o una siesta de Odín, se hizo esta pregunta que quién más y quién menos
se hacía todos los días antes de salir de la cama (además de la más socorrida
que normalmente era: de verdad… ¿de verdad tengo que salir de la cama?): ¿en
qué iba a decidir creer hoy?
La respuesta llegó por medio de un agradable olor que a
todas luces y sombras procedía de la cocina: Café. Fácil, sencillo,
instantáneo, soluble, solo, cortado, largo, americano, con leche, con azúcar,
irlandés (mmmmm). Decidió que una de
las mejores cosas que se le habían ocurrido en sus 23 años de vida, incontables
lunas, primaveras, inviernos, o cualquier método de medición temporal al gusto
del consumidor, era haber aprendido a programar la cafetera para despertarse
con el café ya hecho.
Por el momento café, dentro de unos cuantos latidos más ya
se vería, ojalá hoy volviera a tocar creer en dinosaurios. Así que para
ponernos en antecedentes hablemos de fe, primera lección: es la abreviatura de
Hierro, como todo buen amante de la tabla periódica sabrá. Segunda lección: es
difícil tener fe cuando se ha leído demasiado, como todo buen amante de Terry
Pratchett debería saber. Tercera lección: Saskia era una promiscua de la fe,
iba saltando de credo en credo como quién salta de cama en cama, la seducía el
sencillo hecho de creer en algo por el mero hecho de creer. Creer por creer.
Lista de cosas en las que había creído Saskia hasta el
momento:
1. Angus.
2. Elvis.
3. El
café.
4. Gandalf.
5. Los
dinosaurios.
6. Chuck
Norris.
7. Mufasa.
8. Escocia.
9. Mr.
Darcy.
10. Albus
Dumbledore.
11. Percy
Jackson.
12. No
ducharse si no se va a salir de casa (total
pa’ qué).
13. Comer
bien antes de beber alcohol.
14. Los
pintauñas.
15. Las
palabras esdrújulas.
Había abrazado dichas religiones como el borracho que se
abraza a una farola esperando que ésta le devuelva el magreo, como el
estudiante que deja todos los trabajos para el último momento con la esperanza
de que se hagan solos, como el suricato que creía que si el mundo le daba la
espalda lo único que tenía que hacer era darle la espalda al mundo…
En algún momento de sus futuras lunas, primaveras, inviernos,
o cualquier método de medición temporal al gusto del consumidor, tendría que
dejar de hacer referencias a películas de Disney como fórmula de explicación
universal.
“Pero hoy no es ese
día” pensó mientras se acercaba al ordenador, taza de café en mano, y ponía
la banda sonora de El Señor de los Anillos.
-¡En este día lucharemos!
Ojalá al decirlo se hubiera sentido más Tuk y no tan Sacovilla-Bolsón.
No te puedes ni empezar a imaginar lo muchísimo que me ha gustado. Esta Saskia es una de esas personas geniales a las que invitaría a mi casa en verano. ¡Quién no ha querido ser Tuk y se ha quedado en Sacovilla! ¡Quién no ha leído al maestro Terry y ha decidido dejar de ir a misa!
ResponderEliminarQuién supiera programar la cafetera...
Nada mejor que tus historias para animarme en los malos ratos... Solo puedo pedirte que jamás dejes de llenarme la cabeza de pájaros (¡ni de dragones!)
ResponderEliminarCon cada frase, de principio a fin, me has matado, resucitado y sentado a la derecha del trono de dios.
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