1.11.11

RIP RIP ¡HURRA!

PRÓLOGO:

“RIP RIP ¡HURRA!”

-Por favor, no me las quite, por favor… por favor.

Esa voz entrecortada, llorosa, y patética, pertenece a Teddy Bauhaus. Un ciudadano anónimo, de una ciudad anónima, de un país anónimo. Bien podría ser de Londres.

¿A quién dirige esas palabras? En el escenario por ahora no se ve gran cosa, pero si echamos mano de la imaginación (un toque por aquí, un toque por allá, y voilà), podemos ver una habitación, oscura, una mesa, una silla, ocupada por nuestro buen amigo Teddy, y una mano.

Quedémonos con la mano.

Es una mano como otra cualquiera: sin muchos callos, pálida, con las uñas bien recortadas, justo como si acabara de venir de hacerse la manicura. Si nos arriesgamos un poco, podemos especular incluso que se trata de una mano de hombre. Y acertaríamos.

Bien, hagamos recuento: tenemos a Teddy (que está a punto de hacérselo encima, como detalle) y su voz, tenemos una habitación, una mesa, una silla, y la mano de un hombre que sostiene un frasco con un líquido de color transparente, como agua, o como ginebra, lo que prefiráis si sois ingleses o no.

El frasco. El líquido. El enigma. ¿Para qué es ese líquido? Creo que todos hemos llegado a la conclusión que es para que Teddy se lo beba.

Esperad un momento, que la mano va a decir esta voz es mía.

-Verás, Teddy, ¿te molesta que te llame Teddy? Bien, seguramente te preguntarás porqué estás aquí. Y es una muy buena pregunta, estupenda, eso no significa que la vaya a responder, pero es una buena pregunta. No te voy a decir por qué estás aquí, pero sí te voy a decir qué es lo que vas a hacer aquí, ¿qué te parece, Teddy, hacemos un trato?

Por la pinta que tiene Teddy Bauhaus, no dirá nada hasta que sea demasiado tarde. Así que como ciudadano anónimo que es, se calla, permanece en su cómodo anonimato, aparte de algunos más “por favor” y “no” lloriqueantes, que se están volviendo repetitivos y cansinos hasta para nosotros.

-Vamos, Teddy, no hay razones para ponerse así. Deberías sentirte orgulloso. ¿Ves este líquido? Preparado por los mejores ingenieros alemanes, y ya sabes cómo son los alemanes, que cuando se ponen, se ponen. Mira por ejemplo esa nadería de la II Guerra Mundial, que los pillaron al final, y por los pelos. Lo que yo te diga, cuando se ponen, se ponen. En resumen, Teddy, para no hacer esto mucho más largo, te vas a beber este líquido.

Y para enfatizar las prisas, la mano se mueve para que el par de ojos que suponemos hacen conjunto con la mano, y lo que esperamos sea el resto de un cuerpo, vea la hora que marca el reloj de pulsera, al que hasta ahora no habíamos prestado la más mínima atención, y que marca las 21:39, segundo arriba, segundo abajo.

Como si se estuviera impacientando o hubiera quedado con otro ciudadano anónimo en otro lugar, y el tiempo, el muy desconsiderado, le pisara los talones.

-No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no… No me las quites, son mías, por favor, no me las quites. (Más súplicas que siguen la misma línea)

La mano, a la que habíamos cogido cariño porque nos había acompañado desde casi la primera línea, da paso a una cara, una cara… grotesca, monstruosa. Horrorosa, fea es decir poco. Como si estuviera hecha por diferentes partes de otras caras de otras personas, y a esas partes las hubieran molido a puñetazos.

Lo llamaremos Frank, de apellido Stein. Para ambientar.

La boca de Frank Stein se acerca a la oreja de Teddy, desagradable, imposible. Sonriente.

-Claro que te las voy a quitar, Teddy. Te las voy a quitar todas. Primero desaparecerán de tu cerebro, después de tus pulmones, y finalmente de tu boca. Me las vas a vomitar todas, y yo haré con ellas lo que quiera, y tú no podrás decir nada, ¿lo entiendes? No vas a poder decir nada, porque todo lo que pudieras decir será mío.

Y aunque esto último parece hacerle mucha gracia, el puño de Frank Stein impacta en el estómago de Teddy sin misericordia, justo en la boca del estómago. Y Teddy no puede evitarlo, abre la boca de par en par, como un pez que sube a la superficie para coger aire. Su último aliento, si nos ponemos en plan poético.

Líquido que baja por la garganta, que quema, que escuece, que atraganta. Sustantivos que empiezan a desaparecer, tiempos verbales que siguen el mismo camino, artículos, pronombres… Palabras, que caen a borbotones de los labios entreabiertos del hombre, en caída libre hasta su regazo.

Todas las Palabras. Todas sus Palabras

Si sentís curiosidad, Teddy Bauhaus no está muerto, pero ojalá lo estuviera.

1 comentario:

  1. He pasado de un "lo asesinan" a un "lo convierten en superhéroe a lo captain america" (do not ask) a creer que me lo despiezan para que nuestro bonito Frank(enstein) tenga descendencia. Do not ask. La idea de que se quede sin palabras me fascina (yo también tengo un hombre sin palabras, gracias a dios olvidadas, no arrancadas). Ojalá estuviese muerto, sí... ¿Qué pasará con Teddy y sus (ahora de Fran)palabras? (ahora tengo a un zombie en mente y un Fran que quiere algo de amor...)



    Zagh.

    ResponderEliminar