7.3.12

En las Trincheras de las Alcantarillas vivía un Hobbit...

¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?

Groucho Marx


Las Alcantarillas eran el reino de los proscritos y los renegados, de los cobardes, el reino de los olvidados y los imperdonables, donde la única ley que regía era la de no preguntar y encogerse de hombros, y emborracharse. Y estaba llena de gente rota, hecha a retales mal cosidos, gente que se había estropeado por el Camino, o que no tenían ningún otro lugar al que huir. Por ejemplo, Sacha, el nihilista ruso, con ojos de plata oxidada, y sin Palabras; o Charleston, que se había olvidado de cómo hacer bailar al Mundo…

Y Crimea. Crimea vivía en las Trincheras de las Alcantarillas, y soñaba con una guerra que no le dejaba dormir. Todavía creía que los rusos iban a ir a por él (y por eso no soportaba a Sacha), y que su amor perdido volvería para buscarle cuando terminara la guerra.

Nadie en las Alcantarillas tenía el valor para decirle que aquella guerra hacía ya mucho tiempo que había terminado, y que posiblemente poco había que esperar: ni esperanza, ni vida, ni amada. Pero seguramente eso él ya lo sabía, aunque no quisiera creérselo, y creía fervientemente en no creerse nada, excepto las mentiras (para diversión de Sacha).

Sí, Crimea era de los pocos que todavía creían en lo que fuera que no fuera verdad. Porque ante todo, Crimea era un romántico.

2 comentarios:

  1. Me hace tilín, la historia. Será porque los olvidados han sido siempre mi espinita, y los cobardes siempre me han parecido más interesantes.

    Y cuando digo que la historia me hace tilín, quiero decir que ya estás actualizando otra vez, pronto. Eh.

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  2. Hacen falta más románticos por ahí sueltos, que siempre tienen cosas que contar.
    Las Alcantarillas me llaman la atención, aunque sobre todo me llama la atención Sacha (por su nombre, porque Crimea le hace gracia).

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