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Huso horario que se tercie pero que sea de noche porque los actos narrados a continuación se llevan a cabo con nocturnidad y alevosía.

La bomba explotó, afortunadamente, a sus espaldas. La metralla y los objetos voladores que pasaron zumbando por encima de sus cabezas y que no se tomaron la molestia de identificar los rodearon como una capa. El ruido los dejó sordos al mundo por unos segundos, los pitidos enrabietados de sus orejas llegaron no mucho después.

-¿Crees que sabrán que hemos sido nosotros?

Callie sonrió con una sonrisa de lobo, aquella sonrisa con subtítulo que quería decir Sí, cuento con ello, se lo merecen, por mamones. Bueno, a lo mejor no quería decir tanto pero era una sonrisa que destilaba palabras airadas que sonaban a gritos en bocas cerradas. Con los dientes apretados casi rechinando.

La sonrisa de Callie prendió en los ojos de Austin y la risa explotó en sus labios, divertida, atolondrada, a chispazos. Algunos dicen que el peligro vuelve loca a la gente, que la paraliza, como un corazón malvado ante un adorable cachorrito de Golden retriever pero lo que no llega a imaginar esa gente que se levanta escrupulosamente pronto todos los días es que el peligro sabe a bombas, a humo y a truenos. A pólvora.

-Acabamos de volar por los aires una nave industrial.

-Ajá.

-ACABAMOS DE VOLAR POR LOS AIRES UNA NAVE INDUSTRIAL.

-Sí, eso es lo que hemos hecho exactamente.

-Acabamos…

-… de volar por los aires una nave industrial. Sí, puedes repetirlo las veces que quieras, no dejará de ser cierto.

-Uau.

Oh, sí. Uau.

-Y me he llevado un regalito.

Y allí estaba, entre sus manos. Preciosa. Imposible. Improbable. Un poco desgastada por los bordes, un poco hecha tabaco. Increíble. Literalmente.

Una palabra.

-¿¡De dónde has sacado eso!?

-Es mía, me la robaron hace mucho tiempo pero no me acordaba de ella hasta que la vi en la caja fuerte escondida. –y se le afilaron las costuras de los labios.- Ellos todavía no saben que Callie viene de Calamidad.

Pero no tardarían en averiguarlo.