Las rodillas le fallaron, los huesos se rendían, sus pulmones
aullaban y su sangre lloraba mientras recorría silenciosamente el tortuoso
camino que la separaba del suelo, donde ya empezaba a formarse un cálido charco
que lo reflejaba todo menos a ella.
-No, porfavorporfavorporfavorporfavor, no…
Una sombra oscura se desgajó de la noche solo para
susurrarle al oído un triste:
-Sí…
A su alrededor se amontonaban los últimos restos de su vida,
las últimas ruinas de un imperio que seguía siendo hermoso, dolorosamente
precioso. Saskia estaba a un mal recuerdo de romperse, o a un recuerdo a secas,
y las sombras lo sabían y por eso jugueteaban entre su pelo, entre sus dientes,
tironeando por aquí, deshilachando por allá, siempre donde más escocía.
-Podemos hacerte más
daño, lo sabes.
-Nonononononono.
-Oh, sí, podemos, no es difícil, solo necesitamos una palabra.
Porque siempre había bastado con una simple palabra.
-Angus.
Qué fácil fue siempre
romperte el corazón, Saskia.
Majo, cielo. Tienes magia en los dedos y a mí, con eso de vivir en otro país, se me había ido de la cabeza.
ResponderEliminarEstúpida yo.